Hace dos años, un político surcoreano con poca experiencia ascendió a la presidencia y ha logrado llevar a uno de los principales aliados de Occidente a un territorio de incertidumbre. Su liderazgo ha introducido un nivel de inestabilidad en las relaciones internacionales, provocando preocupaciones sobre el futuro de las alianzas estratégicas en una región de creciente tensión geopolítica. Este desarrollo sorprendente pone en tela de juicio la habilidad del mandatario para navegar en el complejo escenario mundial, a pesar de su inicial falta de pericia en la arena política.
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