Europa ha emprendido un ambicioso movimiento estratégico en el ámbito de la conectividad satelital. De acuerdo con fuentes cercanas a la operación, las compañías Airbus, Thales y Leonardo han decidido fusionar sus divisiones satelitales para crear un nuevo conglomerado con sede en Francia. Este movimiento busca desafiar a Starlink, la constelación de SpaceX, y disminuir la dependencia de infraestructuras satelitales externas al continente.
El nuevo grupo, que empleará a 25.000 personas y generará ingresos anuales de aproximadamente 6.500 millones de euros, busca una gobernanza compartida. En el reparto accionarial, Airbus controlará el 35%, mientras que Thales y Leonardo compartirán el 65% restante. Este esquema refleja una deliberada búsqueda de equilibrio industrial y político dentro de la Unión Europea.
La proyección es que la nueva compañía esté operativa en 2027, abarcando la fabricación de satélites y servicios en comunicaciones, defensa y observación terrestre. No obstante, el acuerdo aún necesita la aprobación de los gobiernos de Francia, Italia, Reino Unido y Alemania, y el escrutinio de los reguladores de competencia de la UE.
Europa busca reforzar su soberanía en el espacio, ya que la conectividad satelital se ha convertido en una infraestructura esencial en los últimos años. Con Starlink desplegando más de 6.000 satélites, el continente europeo enfrenta un reto operativo significativo.
La fusión persigue tres objetivos principales: concentrar escala industrial, alinear I+D y ofrecer más que solo hardware, buscando reforzar servicios como ciberseguridad y orquestación de redes. Sin embargo, la consolidación requiere un cuidado equilibrio regulatorio y político para mantener la competencia y asegurar la autonomía estratégica de Europa.
Si bien esta fusión promete una masa crítica importante, con ventajas en optimización de plataformas y tecnologías transversales, también enfrenta el riesgo de la integración efectiva de culturas industriales distintas. La gobernanza será clave para articular una hoja de ruta que evite solapamientos y contentar a todos los accionistas.
El avance en velocidad de Starlink se ha convertido en el estándar de comparación, un desafío que el nuevo conglomerado enfrenta con una mayor cooperación y estandarización de procesos, intentando cerrar la brecha en gestión de red y servicios.
El camino hacia la «soberanía satelital» no significa aislamiento. Europa busca alianzas globales y colaboración para evitar dependencias críticas y maximizar la interoperabilidad, manteniendo la apertura de mercados.
Quedan cuestiones pendientes: cómo se estructurarán las aprobaciones gubernamentales, la hoja de ruta tecnológica, los costes y financiación necesarios, y cómo Europa podrá competir en la capa de terminales de usuario, donde Starlink ya posee una ventaja significativa.
En definitiva, Europa necesita una red satelital robusta para fortalecer su economía digital, seguridad y gestión de crisis. El desafío ahora es ejecutar la fusión, convertir la intención en plataformas concretas y servicios tangibles, y hacerlo de manera oportuna. La competencia no espera, y Europa ha decidido mover ficha en un momento crítico.
