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Descubriendo la Belleza Oculta: La Singularidad del Feísmo en Galicia

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Juan Hernández

Galicia, la región al noroeste de España famosa por su gastronomía, sus paisajes verdes y su costa accidentada, enfrenta una peculiaridad que pocos mencionan: la dificultad para encontrar pueblos bonitos. A pesar de su esplendor natural, la mayor parte de las aldeas y pueblos gallegos carecen del encanto estético que uno podría esperar. De hecho, la situación es tan significativa que los gallegos han acuñado una palabra para describirlo: «feísmos».

El término «feísmos» se emplea para describir la abundancia de construcciones poco atractivas o mal planificadas que han surgido principalmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. La expansión urbana descontrolada, el uso de materiales de baja calidad y la falta de cohesión en el diseño arquitectónico han contribuido a la creación de entornos visualmente desordenados. Más de uno se ha sorprendido al encontrarse con casas sin terminar, fachadas de cemento gris y añadidos improvisados que distorsionan la belleza natural del entorno.

Históricamente, Galicia ha sido una región de emigración, y las remesas enviadas por los gallegos en el extranjero a menudo se invirtieron en viviendas. Sin embargo, la carencia de regulaciones efectivas y el deseo de erigir propiedades rápidamente, sin una planificación a largo plazo, dieron lugar a paisajes urbanos desaliñados. En su afán por levantar casas, garajes e incluso edificios comerciales, los habitantes a menudo optaron por soluciones baratas y rápidas.

El gobierno gallego ha tomado nota de esta situación y ha comenzado a implementar ciertas medidas para intentar mitigar el impacto visual. Campañas de sensibilización y proyectos de revitalización urbana buscan orientar a la población hacia un urbanismo más sostenible y estéticamente agradable. Sin embargo, el reto sigue siendo enorme, ya que estas construcciones «feísmos» son omnipresentes y, en muchos casos, costaría mucho dinero y esfuerzo irremediarlas.

Algunos optimistas señalan que, si bien la mayoría de los pueblos gallegos no ofrecen la belleza pintoresca que uno podría encontrar en otras partes de España o Europa, hay todavía enclaves escondidos de innegable encanto. Pequeñas excepciones donde la tradición y el cuidado por el detalle han resistido el paso del tiempo, preservando un aspecto auténtico y atractivo. Estas «islas de belleza» en medio de un mar de «feísmos» son motivo de orgullo y representan un modelo a seguir.

En este contexto, el desafío para Galicia es doble: por un lado, se trata de embellecer lo que ya existe, y por otro, de asegurarse de que las generaciones futuras eviten repetir los errores del pasado. La tarea es ardua, pero no imposible. La transformación de los «feísmos» en pueblos bonitos requerirá un esfuerzo concertado y una visión compartida de lo que podría ser la Galicia del futuro.

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