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Despedida a Ángel | Instituto de Astrofísica de Andalucía

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Despedida a Ángel | Instituto de Astrofísica de Andalucía

Ángel Rolland Quintanilla fue una de las figuras más importantes en la historia del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), que celebra este año su quincuagésimo aniversario. Junto a José María Quintana González, Eduardo Battaner López y su esposa Pilar López de Coca, Rolland se convirtió en uno de los pilares del IAA, formando un cuarteto unido por una profunda amistad y un proyecto profesional lleno de ilusiones.

Su trayectoria comenzó en la Universidad Complutense de Madrid, donde estudió Física. Posteriormente, trabajó en el Observatorio de Arecibo en Puerto Rico antes de regresar a Granada e integrarse en el grupo de jóvenes físicos del Observatorio de Cartuja, bajo la dirección de Teodoro Vives. En 1971, se trasladó al Royal Greenwich Observatory (RGO), donde se dedicó al estudio de cúmulos globulares, publicando su primer artículo en 1972. Su colaboración con el RGO fue vital para el futuro del IAA, ya que facilitó la instalación del fotómetro en el Observatorio del Mohón del Trigo en Sierra Nevada. De hecho, el primer artículo del IAA lleva su firma.

Como profesor y tutor, Ángel Rolland fue fundamental en la formación de la primera generación de estudiantes de doctorado del IAA, impulsando investigaciones en variabilidad estelar, mientras que otros optaban por la atmósfera terrestre. Su enfoque en la educación fue acompañado de un estilo de vida que enseñó a disfrutar tanto de la ciencia como de la vida misma. Las estancias en el Observatorio del Mohón del Trigo se convirtieron en experiencias educativas no solo en astronomía observacional, sino también en enfrentar desafíos con buen ánimo y humor.

Rolland compartía su hogar con estudiantes y colegas, ofreciendo un refugio amable y memorable. Era conocido por su habilidad en la cocina, donde preparaba platos únicos que complementaban las discusiones científicas y las risas. Su presencia en el IAA fue un símbolo de estabilidad y progreso, y no solo en el ámbito científico. En los albores del instituto, su dedicación fue crucial para consolidar el IAA como un centro de investigación reconocido, y su disposición para contribuir en diversas tareas se convirtió en un modelo a seguir para todos.

A lo largo de estos cincuenta años, la figura de Ángel Rolland ha sido sinónimo de serenidad y valentía. A pesar de las adversidades, demostraba una entereza ejemplar, brindando una sensación de confianza en el futuro a quienes le rodeaban. Su forma de elevar una copa de vino y gritar «¡hip!, ¡hip!» será un recuerdo perdurable de su espíritu. La comunidad científica reconoce en él no solo a un gran astrofísico, sino también a un maestro en el arte de vivir con alegría.

Fuente: Instituto de Astrofísica de Andalucía

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