Los empresarios autónomos dedican significativamente más horas a su trabajo en comparación con los empleados asalariados, enfrentando una presión constante para mantener sus negocios a flote. Este compromiso suele implicar fines de semana y noches, además de las jornadas laborales habituales. Aunque esta inversión de tiempo puede resultar en un mayor control y potenciales beneficios económicos, también conlleva desafíos personales, como menos tiempo para el ocio y el descanso. La situación resalta las diferencias inherentes entre el autoempleo y el trabajo por cuenta ajena, donde las responsabilidades y los riesgos recaen directamente sobre los propietarios de los negocios.
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