La lucha por el liderazgo en la industria de los semiconductores entre Estados Unidos y China se intensifica, dominando el escenario geopolítico actual. Con el objetivo de asegurar su soberanía tecnológica, ambas potencias han iniciado una carrera para fortalecer sus infraestructuras de desarrollo y fabricación de chips. Mientras Washington impone restricciones en la exportación de tecnología avanzada, Pekín responde con cuantiosas inversiones para ganar autonomía tecnológica, en un movimiento que podría alterar el equilibrio de poder global.
La administración estadounidense, mediante el CHIPS and Science Act, ha destinado más de 52.000 millones de dólares para revitalizar su industria de semiconductores, centrándose en la construcción de fábricas en estados como Arizona, Texas y Nueva York. Empresas como TSMC, Intel y Micron están liderando estos esfuerzos, con el propósito de reducir la dependencia de la producción asiática, especialmente de Taiwán.
Por otro lado, China ha intensificado su apoyo a empresas como SMIC, YMTC y Loongson, invirtiendo más de 140.000 millones de dólares para 2030 en el desarrollo de capacidades propias. Además, ha lanzado un programa para sustituir hardware extranjero, buscando asegurar sus sectores estratégicos.
Las restricciones de Estados Unidos han complicado el acceso de China a tecnologías clave, incluyendo herramientas de empresas como ASML y chips avanzados de NVIDIA y AMD. En contrapartida, China ha limitado las exportaciones de materiales críticos como el galio y el germanio, fundamentales para la producción de semiconductores, además de investigar prácticas empresariales de firmas estadounidenses.
Ambos países están construyendo nuevas fábricas a gran velocidad. En EE. UU., Intel y TSMC han anunciado inversiones gigantescas para nuevas instalaciones en Ohio, Arizona, y Phoenix, mientras que SMIC en China expande su producción en Tianjin y Shenzhen para fabricar chips de 7 nm sin acceso a tecnologías avanzadas de litografía.
La inteligencia artificial se erige como un motor clave en esta carrera. La demanda de chips de alto rendimiento, esenciales para el desarrollo de modelos avanzados de IA, ha llevado a empresas como Huawei a desarrollar alternativas pese a las restricciones. Estados Unidos también está promoviendo el avance en centros de datos especializados, apostando por procesadores diseñados localmente.
El desacoplamiento tecnológico entre estas potencias está fragmentando la cadena global de suministro de chips. Empresas europeas y países como Taiwán y Corea del Sur enfrentan presiones para alinearse, mientras que nuevos actores como Vietnam, Malasia e Israel emergen como potenciales nodos en la fabricación global.
En este contexto, la competencia va más allá de la economía. Define la arquitectura del poder digital mundial, donde las inversiones en semiconductores son una estrategia crucial para asegurar el futuro de la inteligencia artificial, la defensa y la soberanía digital. Mientras tanto, el resto del mundo está atento, posicionado para no quedarse atrás en esta transformación que reconfigura la tecnología global.