El debate sobre la libertad se intensifica ante la creciente polarización política, con figuras históricas como Burke, Rothbard, Kirk y Oakeshott como referentes en el pensamiento liberal-conservador. Este enfoque resalta la combinación de la libertad individual y la tradición como pilares del progreso humano, en contraposición a las ideas socialistas, que algunos critican por fomentar divisiones sociales y económicas. Ejemplos históricos, como la abolición de la esclavitud y el sufragio femenino, se citan como logros impulsados desde posiciones liberales y conservadoras. Las recientes victorias políticas de figuras como Milei y Trump destacan la importancia de principios ideológicos sólidos por encima de meras gestiones económicas. El texto critica al movimiento woke y la gobernanza de la izquierda por su enfoque en la fragmentación social, defendiendo una visión centrada en el individuo y la familia como unidades fundamentales de progreso. La reflexión sugiere que el camino hacia un verdadero avance civilizatorio radica en enfrentar directamente las ideas contrarias y en mantener una firme defensa de los valores tradicionales que han sostenido a la civilización occidental.
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