Estados Unidos lanzó un ataque aéreo masivo contra las instalaciones nucleares subterráneas de Irán, Fordow, Natanz e Isfahán, utilizando bombarderos furtivos B-2 desde Misuri. Estas aeronaves, invisibles al radar, recorrieron más de 13.000 kilómetros y repostaron en el aire para lanzar las potentes bombas GBU-57, diseñadas para perforar búnkeres. Israel había solicitado esta intervención para neutralizar el programa nuclear iraní. Mientras el Pentágono afirma haber «arrasado» las instalaciones, Teherán asegura que el material ya había sido retirado. La Operación destacó la capacidad de Estados Unidos para atacar objetivos fuertemente defendidos, aunque el asesor del líder supremo de Irán advierte que la situación está lejos de resolverse.
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