La humanidad se encuentra en un punto crítico, donde el gasto militar y las decisiones políticas relacionadas con la defensa están determinando el futuro de nuestro planeta y sus habitantes. A pesar del aumento de las inversiones armamentistas, que han crecido un 19% entre 2013 y 2022, la situación en zonas como Gaza, Ucrania, la República Democrática del Congo, y Sudán, entre otras, continúa deteriorándose. Esta dependencia del militarismo no ha hecho más que incrementar la inestabilidad y la violencia, dejando a millones de personas atrapadas en conflictos sin fin.
El cambio climático se suma a esta crisis ya compleja, transformando los patrones climáticos de forma drástica y exponiendo a la humanidad a desastres sin precedentes. Las consecuencias del calentamiento global, acentuadas por la guerra, ya están afectando a la habitabilidad de muchos territorios y amenazando las condiciones de vida dignas para todos. En este contexto, la paz y la cooperación deben prevalecer sobre el militarismo.
La creciente militarización y su indudable conexión con grandes intereses económicos, a menudo antidemocráticos, profundizan el desastre ambiental. Las empresas armamentistas y las que operan en el sector de los combustibles fósiles conforman una red poderosa que actúa en detrimento del bien común, contribuyendo tanto a la pérdida de vidas como a la devastación ecológica. La historia reciente de los armamentos, como el apoyo militar a regímenes que perpetúan el genocidio, como es el caso de Gaza, ejemplifica la urgencia de cambiar esta narrativa.
Este gasto militar no solo amenaza la paz global, sino que también desvía recursos cruciales para enfrentar problemas acuciantes como la justicia social, el cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Con los ejércitos como uno de los principales consumidores de combustible, sus emisiones impactan negativamente al medio ambiente, y la contaminación generada por operaciones militares deja cicatrices irreparables en la tierra durante generaciones.
Es fundamental que la comunidad global se una para abordar estos desafíos interconectados. La creación de alianzas que incluyan instituciones internacionales, gobiernos y la sociedad civil es esencial para generar justicia, paz y derechos humanos. La colaboración debe orientarse hacia una seguridad colectiva basada en la confianza y la cooperación, lo que incluye la reducción del gasto militar como un paso esencial hacia un futuro sostenible.
Con estas consideraciones en mente, diversas organizaciones están pidiendo a los gobiernos que prioricen la justicia sobre los beneficios del comercio de armas, que establezcan un alto el fuego en conflictos actuales y que aborden urgentemente la crisis climática con un plan de descarbonización. La presión sobre el complejo militar-industrial y la reducción del gasto en armamento son medidas necesarias para construir un mundo en el que la dignidad y la paz sean accesibles para todos.
En este sentido, es una responsabilidad compartida de la sociedad civil a todos los niveles unir fuerzas para desafiar la narrativa militarizada que prevalece en muchos gobiernos, y trabajar activamente en pro de una paz duradera y sostenible. La iniciativa de los Días de Acción Global sobre Gasto Militar (GDAMS), lanzada por el International Peace Bureau, convoca a la acción por un futuro sin guerra, donde el desarme y la justicia mundial sean las prioridades absolutas.
La lucha por un mundo más seguro, justo y en paz debe ser un esfuerzo conjunto, donde el desarme y el respeto al medio ambiente vayan de la mano, promoviendo así un cambio radical en la forma en que abordamos los conflictos y en cómo entendemos nuestra relación con el planeta. Es ahora, más que nunca, cuando se debe afirmar que el gasto militar nos está costando un mundo, y es nuestra responsabilidad actuar para evitarlo.
Fuente: USTEA.