La leyenda del tesoro perdido de los incas ha fascinado a exploradores y arqueólogos desde el siglo XVI. Este mito comenzó cuando Atahualpa, el último emperador inca, ofreció llenar una habitación de oro y dos de plata a cambio de su libertad tras ser capturado por el conquistador español Francisco Pizarro. Sin embargo, tras cumplir parcialmente su promesa, Atahualpa fue ejecutado, y el tesoro restante fue presuntamente ocultado por el general Rumiñahui en una cueva secreta. Expediciones han intentado localizar el tesoro, guiadas por mapas como el Derrotero de Valverde y relatos de buscadores como Barth Blake, quien aseguró haber encontrado el tesoro en 1886, aunque nunca pudo recuperarlo a plenitud. La región de los Llanganates en Ecuador, catalogada como su posible ubicación, continúa siendo un lugar de innumerables búsquedas infructuosas debido a su difícil acceso y terreno hostil, alimentando la leyenda de una riqueza inca que permanece oculta.
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