Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que más de la mitad de los niños menores de 18 años en el mundo siguen siendo víctimas de castigos corporales cada año. Esta preocupante práctica, que incluye desde golpear hasta aplicar otros métodos correctivos, es común tanto en hogares como en entornos públicos, como las escuelas.
El impacto del castigo físico en los menores es alarmante. Se ha encontrado que incrementa significativamente el riesgo de desarrollar problemas de ansiedad y depresión, además de afectar negativamente su desarrollo cognitivo y socioemocional. Etienne Krug, director del Departamento de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS, destaca que esta forma de disciplina carece de beneficios, afirmando que «no aporta al comportamiento, al desarrollo ni al bienestar de los niños, ni a las sociedades».
Investigaciones en 49 países de ingresos bajos y medios revelan que los niños sometidos a estos castigos tienen un 24% menos de probabilidades de desarrollarse adecuadamente en comparación con sus iguales. Además, el estrés asociado puede interferir con el funcionamiento cerebral normal, resultando en efectos duraderos para el menor.
A nivel social, los niños que experimentan castigos físicos son más propensos a perpetuar esta conducta con sus propios hijos, lo que perpetúa un ciclo intergeneracional de violencia. Asimismo, aquellos que sufrieron esta clase de disciplina en su niñez pueden manifestar comportamientos agresivos y delictivos en la adultez.
Las estadísticas muestran disparidades regionales en la prevalencia de estos castigos. Mientras en Europa y Asia Central afecta al 41% de los niños, en Oriente Medio y el norte de África la cifra sube al 75%. En el entorno escolar, el 25% de los niños en el Pacífico Occidental reporta haber sido castigado físicamente, comparado con cifras superiores al 70% en regiones como África y Centroamérica. Los niños con discapacidad están en un riesgo aún mayor de enfrentar esta problemática.
Aunque 67 países han legislado prohibiendo el castigo corporal, esta medida no parece ser efectiva por sí sola. La OMS subraya que las leyes deben complementarse con campañas educativas para crear conciencia sobre los riesgos de esta práctica. Instruir a los padres en métodos alternativos y más eficaces podría fomentar un cambio positivo.
El mensaje es ineludible: es imperativo erradicar el castigo físico para asegurar un entorno donde los niños puedan desarrollarse plenamente en sus hogares y escuelas.