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Estados Unidos y China: Renovada Guerra Comercial Sacude la Industria Tecnológica Global y Desafía a Perú

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La administración de Donald Trump ha implementado aranceles de hasta el 145% en un intento por remodelar las políticas comerciales bajo la doctrina “America First Trade Policy”. Aunque este enfoque ha tenido un impacto en varios aliados, es China quien ha cargado con la mayor parte de las medidas, provocando una nueva guerra comercial, especialmente en el sector tecnológico.

Las empresas tecnológicas, dependientes de las cadenas globales de suministro, enfrentan complicaciones significativas. Compañías como Apple, Dell y Tesla, que dependen del ensamblaje en China, enfrentan desafíos, mientras que China necesita de EE. UU. para obtener semiconductores avanzados y tecnología crítica. Esta interdependencia ha llevado a un escenario de incertidumbre, exacerbado por las fluctuaciones en los mercados bursátiles y una caída notable en el índice Nasdaq.

Empresas como Apple han optado por responder al endurecimiento arancelario buscando exenciones en Washington. Gracias a estas acciones, productos tecnológicos esenciales han logrado esquivar aumentos de hasta el 125% en aranceles. No obstante, el clima sigue siendo tenso, especialmente con la posibilidad de que no se extiendan las actuales suspensiones de aranceles, lo que podría incrementar los precios de dispositivos hasta en un 69%.

A nivel global, hay síntomas de una posible fragmentación del ecosistema digital. Estados Unidos y China están promoviendo estándares tecnológicos dispares, lo que sugiere la formación de bloques tecnológicos separados. La reconfiguración de las operaciones de empresas como TSMC y Apple para reducir su dependencia de China respalda esta tendencia.

El escenario para países como Perú es menos dramático. Aunque se ha impuesto un arancel del 10% a las exportaciones hacia Estados Unidos, el impacto ha sido limitado en su mercado interno, salvo en el sector de smartphones. Sin embargo, la situación sigue siendo fluida, y el 1 de agosto se marca como una fecha crítica donde cualquier cambio decisivo podría reformular el panorama tecnológico y económico mundial.

Con las tensiones geopolíticas y comerciales en aumento, el mundo observa cautelosamente cómo se desarrolla esta disputa, conscientes de que las decisiones actuales podrían redefinir el futuro de la economía global del siglo XXI.

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