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EuroCloud: La Paradoja de la Soberanía Digital entre OpenStack, Gigantes Tecnológicos y el Auge del Edge Computing

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La comunidad tecnológica europea ha estado en el ojo del huracán recientemente gracias a un provocador comentario de Alberto P. Martí, reconocido académico español y líder del Industry Facilitation Group del IPCEI Cloud. Con un tono irónico, Martí cuestionó la eficacia de OpenStack como eje de la futura soberanía tecnológica europea y abogó por soluciones de software libre nacidas en Europa. Según Martí, apostar por tecnologías controladas fuera de la UE no asegura la independencia deseada.

La discusión cobra relevancia en un contexto donde el mercado de la nube en Europa, valorado en 10,4 millardos de euros en 2022, ve disminuir la participación de sus actores locales. Mientras que el uso de servicios cloud ha crecido significativamente, la contribución europea ha caído del 27 % al 13 %, con gigantes estadounidenses como AWS, Microsoft Azure y Google Cloud dominando el panorama. Esto genera preocupaciones sobre la dependencia de proveedores externos, algo que afecta temas sensibles como ciberseguridad y protección de datos.

El edge computing surge como una oportunidad para cambiar esta dinámica. Europa pretende que en 2025 el 80 % de la información se gestione de manera local, mediante nodos edge seguros y sostenibles. Sin embargo, expertos señalan que el sector de telecomunicaciones europeo aún depende de plataformas propietarias y de colaboraciones con hiperescaladores, lo que podría limitar su capacidad para liderar este cambio.

Desde Bruselas, la necesidad de soberanía digital se menciona frecuentemente dentro de la agenda política, insistiendo en que la tecnología necesaria para gestionar la infraestructura del futuro debe estar bajo control europeo. Iniciativas como la European Alliance for Industrial Data, Edge and Cloud y el IPCEI Cloud buscan fomentar la creación de capacidades comunes y reducir esta dependencia tecnológica.

Para construir una pila soberana efectiva, se requiere un enfoque estructurado en varios frentes: gobernanza del código a nivel europeo, financiamiento estable para desarrolladores clave, criterios de adquisición pública que valoren la autonomía, y la capacitación de profesionales en tecnologías emergentes. Son medidas necesarias para evitar la fragmentación y asegurar que las soluciones europeas sean competitivas y sostenibles.

En última instancia, el debate sobre la soberanía tecnológica no es solo técnico, sino también político. La meta es clara: asegurar que Europa pueda decidir y mantener tecnologías cruciales bajo una jurisdicción propia, reduciendo al mínimo la dependencia de poderes externos. Sin embargo, el camino para lograrlo es largo, y las decisiones tomadas ahora determinarán el futuro de la economía digital europea.

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