El papado de Francisco I, iniciado en 2013 tras la renuncia de Benedicto XVI, se destacó por su enfoque en la sencillez y cercanía con los necesitados, así como por su revolucionaria reforma de la Curia. Procedente de Argentina y vinculado a la Compañía de Jesús, Francisco buscó unir a la Iglesia bajo los principios del Concilio Vaticano II, manteniendo un conservadurismo doctrinal que priorizó el apoyo a los pobres mientras condenaba el relativismo moral. Su liderazgo coincidió con la era digital, convirtiéndolo en una figura mediática que polarizó opiniones dentro y fuera de la Iglesia. Si bien fue criticado por áreas conservadoras y progresistas, su papado se caracterizó por un fuerte enfoque en las cuestiones sociales y migratorias, buscando acercar la Iglesia a la gente más allá de las doctrinas tradicionales y teniendo un impacto profundo en la visión pública del rol del Papa en tiempos modernos.
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