En medio de la celebración global por la llegada de un nuevo Papa, México enfrenta una semana marcada por la violencia indiscriminada. En Sinaloa, dos niñas murieron en un enfrentamiento entre militares y delincuentes, mientras en Jalisco, una enfermera fue asesinada durante su turno en un hospital comunitario y una activista fue encontrada muerta tras semanas desaparecida. Las estadísticas de homicidios en el país son alarmantes, con alrededor de dos mil asesinatos mensuales. La impunidad y el dominio criminal en varias regiones, como Sinaloa y Jalisco, reflejan una guerra normalizada donde los ciudadanos, especialmente mujeres y niños, son vulnerables. La presidenta Claudia Sheinbaum y los gobernadores locales no explican ni priorizan estas tragedias, mientras se cuestiona la efectividad del gobierno para garantizar seguridad y justicia.
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