El reciente ataque israelí en Doha ha desatado un torbellino de reacciones en múltiples frentes, interrumpiendo las frágiles negociaciones entre Israel y Hamás que tenían a Qatar como mediador clave. En Israel, el golpe es percibido como una decisión política de Netanyahu que prioriza la fuerza sobre la diplomacia, mientras que en Qatar, el sentimiento de traición predomina y la mediación se ha suspendido. A medida que las tensiones aumentan, las perspectivas de un alto el fuego se desvanecen, dejando a los rehenes israelíes en Gaza en una situación crítica. La administración Trump, dividida por presiones internas, no ha conseguido redirigir el curso, y las posibilidades de un acuerdo se reducen aún más. Con la ONU en el horizonte, el conflicto amenaza con entrar en una fase prolongada y sin mediadores fiables.
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