En Dobropilia, cerca de la disputada Pokrovsk en Donetsk, la guerra deja su marca indeleble. Con solo unos mil habitantes de los 30,000 originales, la pequeña ciudad vive entre la destrucción y los ecos de artillería y drones rusos. Oleksander, un anciano de casi 70 años, se mantiene resiliente, convencido de que los rusos no tomarán su hogar. El hospital local, antaño un centro vital, está en ruinas, devastado por bombardeos. Los pocos residentes restantes, como Tamara y Olena, enfrentan la dura realidad de la escasez de suministros y servicios, aferrándose a la esperanza de un final cercano a la guerra. Los movimientos militares son constantes en una región donde la línea de batalla es inestable y peligrosa, reflejando el conflicto persistente y los retos humanitarios que acosa a Ucrania.
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