La reciente intervención militar de Israel en Líbano y el asesinato del líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, han elevado la tensión en una región ya convulsa. Este conflicto, exacerbado por Irán con el lanzamiento de 200 misiles sobre Israel, podría desencadenar una guerra regional de gran envergadura. Mientras tanto, los esfuerzos de la comunidad internacional, incluida la ONU, para detener la violencia resultan insuficientes debido al bloqueo ejercido por potencias con derecho de veto, especialmente Estados Unidos en apoyo a Israel. Este doble rasero ha minado la credibilidad de Occidente y proporcionado una ventaja retórica a países como Rusia y China. A nivel interno, Joe Biden enfrenta presión por un alto el fuego en Gaza, con posibles repercusiones en las próximas elecciones presidenciales. La situación en Líbano evidencia la incapacidad de Israel para lograr una ocupación duradera, y según expertos, mantiene intacta la amenaza de Hezbolá. La continuidad del conflicto avivará el resentimiento y el radicalismo, repercusiones que Occidente debería considerar a la luz de experiencias pasadas como la de Afganistán. El futuro de la región sigue siendo incierto y potencialmente peligroso.
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