El regreso de «La isla de las tentaciones» en su novena edición ofrece una mezcla de modernidad y elementos anacrónicos, destacando por su habilidad para atraer audiencia mediante situaciones cargadas de clichés sobre el amor tóxico. El reality show, que explora la resistencia de las relaciones frente a la tentación, mantiene su relevancia gracias a una cuidada producción que resalta con música y localizaciones atractivas. Las nuevas parejas participantes son, en muchos casos, buscadores de fama que se adaptan a patrones de belleza monolíticos, mientras que la audiencia se siente superior, observando desde sus hogares. El programa se nutre de las emociones básicas de sus concursantes y del público, logrando un equilibrio entre reality y serie mediante un montaje ingenioso que explora los roles tradicionales de género y las dinámicas del deseo adolescente.
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