Hace más de mil años antes del nacimiento de Jesús, los Diez Mandamientos fueron entregados al pueblo judío, una tradición que se mantiene como guía en el cristianismo contemporáneo. Según el libro del Éxodo, Dios talló estas leyes en piedra y se las confió a Moisés en el monte Sinaí. Para la Iglesia Católica, los mandamientos persisten como principios rectores que orientan la conducta hacia Dios y el prójimo. Divididos en mandamientos que regulan la relación con lo divino y aquellos que norman las relaciones humanas, algunos ejemplos incluyen no tomar el nombre de Dios en vano, honrar a los padres y no robar. Cada mandamiento tiene un significado profundo más allá de su mensaje literal, como el llamado a la verdad y la protección del amor conyugal. Estos preceptos no sólo establecen reglas religiosas y éticas, sino que son vistos como un legado divino que muestra cómo llevar una vida exitosa y moralmente correcta.
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