En España, el mundo de las empresas familiares enfrenta una disyuntiva que va más allá de lo económico. Con más del 85% del tejido empresarial bajo control familiar, estas entidades no solo representan logros financieros, sino también un legado generacional que podría desmoronarse debido a tensiones internas mal manejadas.
Guillermo Chillemi, mentor experto en empresas familiares, plantea una alarma: ¿cómo evitar que el empeño por mantener estos negocios termine quebrando los vínculos familiares? En un contexto donde las empresas son más que estructuras económicas, se convierten en ecosistemas emocionales plagados de expectativas y roles que frecuentemente se confunden entre lo personal y lo profesional.
«Es mejor desarmar la empresa que perder la familia», sentencia Chillemi, destacando la importancia de priorizar los lazos familiares sobre el negocio. En muchos casos, el desafío no reside en enfrentar el mercado o la competencia, sino en actualizar y profesionalizar la gestión que, de otro modo, se mantiene con la misma fórmula desde sus inicios. La falta de planificación y reglas claras puede convertir la atmósfera laboral en una carga que se extiende a la vida familiar.
Las quejas de empresarios son comunes: un agotamiento por centralizar responsabilidades, tensiones trasladadas al ámbito doméstico y decisiones cruciales tomadas más por vínculos emocionales que por lógica empresarial. Este desgaste no solo daña la dinámica familiar, sino que también compromete la salud de quienes están al frente, provocando desde trastornos digestivos hasta el síndrome del burn-out.
El riesgo es elevado. El deterioro de las relaciones puede no reflejarse inmediatamente en cifras, pero se muestra en silencios incómodos y conversaciones que evitan el verdadero problema. La solución, según los expertos, no está en mantener el estatus quo. Requiere reevaluar y redefinir roles, aceptar que el crecimiento demanda delegar y adaptar la administración a las necesidades actuales.
Cambiar el rumbo es crucial. Sin ajustes, tanto la empresa como los lazos familiares, y la salud de sus integrantes podrían sufrir consecuencias irreversibles. Abrir el diálogo, organizar y liderar de manera renovada no solo es recomendable, sino esencial. La oportunidad de cambiar la historia y preservar lo construido está presente. El legado va más allá de lo económico; es una cuestión emocional y humana que aún tiene tiempo de repensarse.