En un contexto de controversia política, se critica a los partidos progresistas por implementar leyes que supuestamente han reducido las condenas para delincuentes sexuales, mientras que figuras de izquierda como Juan Carlos Monedero y otros han sido implicadas en escándalos de abusos de poder y conducta inapropiada. La narrativa sugiere que estas acciones contradicen la autoridad moral que estas formaciones políticas intentan representar, mientras critican al feminismo asociado a estos partidos, calificándolo de hipócrita y desvinculado de las verdaderas víctimas. Además, se destacan las conexiones de algunos miembros con regímenes extranjeros y la utilización del feminismo como una herramienta de propaganda, sugiriendo que las acciones de estos partidos han liberado a delincuentes que afirman combatir. La crítica se enfoca en la percepción de que su ideología justifica el abuso y desprecio por la dignidad ajena.
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