Tomar el aperitivo, tradicionalmente asociado a un acto de ocio y disfrute, se ha convertido en una práctica vinculada a un nivel socioeconómico más alto, según recientes observaciones. Muchas personas reservan este pequeño lujo solo para las vacaciones, cuando reciben ingresos adicionales o pagas extra que les permiten gastar más allá de sus necesidades básicas. Esta tendencia resalta cómo ciertos placeres cotidianos están condicionados por el nivel de ingresos, marcando una diferencia en cómo diferentes sectores de la población disfrutan de su tiempo libre.
Leer noticia completa en El Mundo.