Intel enfrenta el desafío más complicado de su extensa trayectoria con pérdidas históricas de 18.000 millones de dólares en 2024. La crisis se debe a problemas financieros, retrasos tecnológicos y una competencia feroz en el mercado de semiconductores. El nuevo CEO, Lip-Bu Tan, intenta reestructurar la empresa mediante despidos y reducción de inversiones, mientras enfrenta presiones externas, incluyendo las críticas públicas de Donald Trump.
En esta encrucijada, el exCEO Craig Barrett presenta un plan para rescatar a Intel y revitalizar la fabricación de chips en EE. UU., apelando tanto al patriotismo industrial como a la lógica económica. Barrett resalta la importancia estratégica de Intel como la única empresa estadounidense capaz de producir chips lógicos avanzados geográficamente, subrayando que perder esta capacidad significaría dependencia total de Asia.
El plan, sin embargo, enfrenta serios obstáculos. Aunque Barrett sugiere una inversión de 40.000 millones de dólares por parte de grandes clientes como NVIDIA, Apple y Google, surgen dudas sobre la disposición de estos para financiar a un potencial competidor. Además, la propuesta de imponer aranceles a las importaciones de chips podría derivar en tensiones comerciales.
La viabilidad del rescate propuesto por Barrett no solo afecta a Intel, sino también al liderazgo de EE. UU. en la industria global de semiconductores. La falta de acciones decididas podría dejar al país rezagado en esta área clave. Barrett concluye con un llamado urgente a la acción: sin el apoyo inmediato de inversores y políticas gubernamentales efectivas, el futuro de Intel y la independencia tecnológica de EE. UU. corren peligro.