A pesar de las preocupaciones globales sobre el medio ambiente y la contaminación por microplásticos, el expresidente Donald Trump firma un decreto para restaurar el uso de pajitas de plástico, desestimando la simbólica prohibición previa sobre las pajitas de papel. Este acto se percibe como parte de una guerra cultural más amplia, simbolizando una resistencia a la agenda ambientalista y criticando la culpabilización de acciones individuales frente a problemas estructurales. En paralelo, Trump se rodea de figuras como Elon Musk en el Despacho Oval, subrayando un contraste entre gestos personales y políticas públicas. Mientras tanto, la ultraderecha en Europa, incluyendo figuras como Santiago Abascal, se alinea en eventos que refuerzan narrativas tradicionales, defendiendo identidades nacionales frente a la inmigración. En este contexto, se debate la eficacia de símbolos políticos en comparación con acciones concretas, cuestionando si estas medidas realmente abordan los desafíos ambientales subyacentes o simplemente contribuyen a debates populistas divisivos.
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