El régimen de Bashar Asad en Siria colapsó tras 24 años en el poder, con los rebeldes tomando Damasco en una ofensiva relámpago que sorprendió a todos al desmoronar las defensas gubernamentales. Este cambio abrupto, impulsado en parte por la retirada del apoyo de Rusia e Irán, deja detrás un legado de más de medio millón de muertos y millones de desplazados. Asad huyó del país, dejando al primer ministro Mohammad Ghazi al Jalali dispuesto a cooperar con una nueva dirección política. En Doha, las potencias regionales intentan pactar una solución pacífica mientras la comunidad internacional observa con cautela. Hay una esperanza creciente de una transición política que podría unir a los diversos grupos étnicos y políticos del país.
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