La computación cuántica vuelve a marcar protagonismo en el escenario tecnológico tras las recientes declaraciones de Niccolò de Masi, CEO de IonQ. En una entrevista con Bloomberg, el líder de la empresa especializada en tecnología cuántica señaló que las futuras generaciones de chips cuánticos dejarán obsoletas a las actuales arquitecturas de GPU, como el NVIDIA Blackwell, antes del año 2027.
Estas afirmaciones cobraron fuerza tras la adquisición de Oxford Ionics por parte de IonQ, lo cual ha alterado la hoja de ruta de la compañía, permitiéndoles avanzar hacia el desarrollo de un chip cuántico con 10.000 qubits físicos en un lapso de dos años. El CEO de IonQ fue enfático al afirmar que, incluso alcanzando los dos millones de qubits en 2030, se resolverán problemas que las actuales GPU no podrían en toda la historia del universo.
Sin embargo, el comentario de De Masi despierta dudas. Actualmente, los chips cuánticos son efectivos para problemas específicos como optimización y simulaciones químicas, mientras que las GPU continúan siendo indispensables para procesos paralelos masivos, cruciales en áreas como la inteligencia artificial.
Los chips cuánticos, constituidos por qubits físicos y lógicos, enfrentan el desafío de escalar los qubits lógicos con corrección de errores para ser una alternativa viable frente a las GPU tradicionales. Sin estos avances, la computación cuántica no podrá desplegar aplicaciones con la fiabilidad que ofrecen las GPU en la actualidad.
En la comparación entre un chip cuántico y una GPU clásica, los especialistas destacan que es como comparar un Fórmula 1 con un camión de carga. Mientras las GPU son expertas en tareas paralelas y predecibles, los chips cuánticos se centran en resolver problemas de complejidad exponencial. Por ello, lo más probable es que ambas tecnologías coexistan, cada una optimizada para sus propios dominios.
En el panorama actual, NVIDIA lidera el mercado de inteligencia artificial con su arquitectura Blackwell, mientras AMD compite con sus GPU Instinct. Para superar tales arquitecturas, un chip cuántico no solo necesitaría números impresionantes de qubits, sino también un ecosistema completo de software y aplicaciones prácticas, algo aún en desarrollo.
Las promesas de IonQ de alcanzar 10.000 qubits en 2027 y 2 millones en 2030 representan un hito potencial en la industria, aunque la comunidad científica subraya que aún quedan importantes retos técnicos, como la corrección de errores cuánticos y la necesidad de infraestructuras criogénicas estables. Por el momento, las afirmaciones parecen más una aspiración que una certeza de reemplazo inminente de las GPU.
A corto plazo, los chips cuánticos seguirán dominando aplicaciones como simulaciones químicas y problemas de optimización, coexistiendo con las GPU clásicas para tareas de procesamiento masivo. La visión apunta a un futuro donde estas tecnologías se complementen, más que un remplazo total en el horizonte inmediato.