Europa, con su vasta reserva de recursos, enfrenta una serie de desafíos que incluyen la competición geopolítica, el avance tecnológico y el contexto energético. En medio de estas pruebas, Europa posee la capacidad de influir significativamente a través de su poder económico, comercial y normativo. Sin embargo, para ser un actor más decisivo en el escenario global, Europa debe superar su tendencia histórica al pesimismo y al euroescepticismo. Este escepticismo ha sido un reto desde sus inicios tras la Segunda Guerra Mundial, pero a lo largo de décadas, Europa ha demostrado su resiliencia, desde la integración económica hasta la adaptación a crisis globales como la financiera de 2008, el Brexit y la pandemia de 2020. Ahora, el continente necesita adoptar una posición más independiente y estratégica, reforzando su unidad y preparándose para nuevas formas de cooperación y desafío global frente a potencias como EE. UU., Rusia y China.
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