En medio de un clima de tensión política y económica, la administración Trump añadió un nuevo episodio a su ya controvertida relación con el sector tecnológico. Las declaraciones recientes del expresidente Donald Trump y su Secretario de Comercio, Howard Lutnick, han puesto de manifiesto posiciones encontradas sobre la implementación de aranceles a los semiconductores importados, sembrando incertidumbre tanto en las empresas del sector como en los mercados financieros.
En una entrevista, Lutnick advirtió que los nuevos aranceles, que podrían alcanzar un 145% en productos chinos, no deben interpretarse como temporales ni simbólicos. Subrayó la intención del gobierno de fomentar la producción nacional, destacando ejemplos como la nueva planta de baterías de Panasonic en Kansas. Según Lutnick, los aranceles podrían aplicarse dentro de «uno o dos meses», aunque evitó ofrecer fechas específicas.
Sin embargo, el expresidente Trump, en un cambio abrupto del discurso oficial, declaró desde el Air Force One que la próxima semana se anunciará la tasa de aranceles para chips y semiconductores, y mencionó la posibilidad de «cierta flexibilidad» para algunas empresas. Este cambio ha sido interpretado como un intento de moderar el impacto en las grandes tecnológicas, tras posibles comunicaciones con altos ejecutivos de las llamadas «Big Seven».
El contraste en las declaraciones ha generado escepticismo en los mercados, aumentando la volatilidad ante la falta de claridad por parte de la Casa Blanca. Algunos expertos sugieren que estas contradicciones podrían ser una herramienta premeditada de presión económica y diplomática, una «política del miedo» diseñada para mantener a la industria en vilo.
El anuncio de Trump no aclara qué empresas podrían quedar exentas ni los criterios para aplicar esas posibles flexibilidades. Mientras tanto, la cadena de suministro global permanece en alerta ante un potencial cambio regulatorio con profundas implicaciones para la tecnología mundial.
Con la promesa de que la próxima semana se conocerá el porcentaje exacto de los aranceles, persisten dudas sobre si esta cifra será definitiva o representará un nuevo movimiento estratégico en el complejo tablero geopolítico en el que Trump parece querer jugar. Lo cierto es que el plazo de 90 días, previamente anunciado por el expresidente, ha comenzado su cuenta atrás, manteniendo a Silicon Valley y a gran parte del mundo en expectante suspenso.